SANTO DOMINGO, RD.- En sectores como Acapulco, Sabana Perdida, Santo Domingo Norte, así como en Margara, El Tablazo y Tamarindo Adentro, en Santo Domingo Este, decenas de familias no han podido retornar a sus hogares desde que fueron expulsados por la crecida del río Ozama, porque sus viviendas quedaron tapadas de lodo y sin ajuares.
Grecia de Los Santos, del sector Acapulco, expone que a 11 días de las fuertes lluvias que desbordaron al Ozama no ha podido volver a su casa que quedó completamente bajo agua, debido al lodo y a que todos sus ajares se perdieron.
Recuerda que la furia del Ozama sorprendió a todos los que viven en la parte baja del lugar, a media mañana del sábado 18, por lo que no dio tiempo a que salvaran algo de los pocos que tenían en sus hogares.
“No pudimos salvar nada, mire los muebles, la estufa y la nevera ahí tirados, estamos vivos por los vecinos que nos dan la mano”, expresó de Los Santos.
Critica que ninguna autoridad del gobierno haya bajado para determinar las pérdidas de decenas de familias que quedaron prácticamente desnudas y que apenas salvaron sus vidas.
Un milagro
En reportaje que despliega este miércoles el diario Hoy, Modesta Cuevas y José Francisco Galván, su esposo, salvaron sus vidas porque fueron rescatados de su casa por una brigada del Cuerpo de Bomberos de SDN, ya que tenían el agua al cuello dentro de su casa número 39, parte atrás.
Narra que como a las 3:00 de la madrugada dek sábado tuvieron la osadía de llamar al sistema de emergencia 9-1-1 quienes llegaron junto a los bomberos, que no pudieron llegar a la vivienda, pero lanzaron una soga que amarraron a una silla y fueron levantados y sacados hacia arriba.
Ella con 78 años y Galván con 70 ahora amanecen en el piso húmedo y frio, por el lodo que dejó el Ozama por su paso por la vivienda.
“Si los bomberos y el 9-1-1 nos acuden a nosotros y unos muchachos que estaban en la parte  arriba del barrio, que sabían donde vivíamos los viejitos, hoy no estuviéramos contando la historia, el río no habría arrastrados”, expone Modesta Cuevas.
Yudelki Milagros Gasset, madre de cuatro hijos, expone que hasta los utensilios de la escuela de los muchachos se perdieron, por lo que todavía no han podido volver a la escuela República de Ecuador, donde estudian.
Lamenta que no haya podido enviar a sus hijos a clase, porque hasta los uniformes se lo llevó el Ozama en la parte baja de Acapulco, además de que todavía saca lodo de su vivienda.
“Incluso tengo uno ahí acostado en un mueble con fiebre alta, temo que ahora puedan contraer enfermedades como el dengue, teniendo que permanecer en esta humedad”, alerta Gasset.
Hasta este martes, los damnificados de Acapulco no habían recibido auxilio de ninguna autoridad del gobierno central para hacer un levantamiento de daños y auxiliarlos.
Martha Moreno muestra su casa prácticamente vacía porque el río arrasó con muebles, colchones, estufas, nevera y televisión, por lo que estima que la solución a la vulnerabilidad no es la entrega de una fundita un día, sino el traslado a un lugar seguro.
Vidal Minaya, propietario del taller Herrería Minaya, indica que el río subió por encima de las ventanas y daño los equipos que utiliza para trabajar.
Confía en que las autoridades hagan un levantamiento para evaluar los daños en la zona y auxiliar a quienes perdieron todos sus ajuares y establecimientos como el suyo.
Carolina Amparo, madre dos hijos, también quedó sin nada en su casa número 13 de la calle 16 de Agosto, en Acapulco, narra que vive por la solidaridad de los vecinos de más arriba.
En el Tamarindo
En los sectores Margara, El Tablazo y Tamarindo Adentro, en Santo Domingo Este, el grito es el mismo, decenas de familias con sus casas llenas de lodo y los trastes dañados.
Joaquín de León Moreta, de Margara, apenas pudo entrar a su casa para iniciar el proceso de limpieza, ya que un cachón del Ozama arrasó con los ajuares, quedando sin cama, estufas, neveras ni prendas de vestir.
Cuenta que vive por la solidaridad de los vecinos que les pasan alimentos cocidos, porque hasta el tanque del gas licuado de petróleo se fue.
Alba Valdez, quien habita a pocos metros más adelante, pasa por el mismo calvario, luego que se viera obligada a abandonar su hogar con su padre de 100 años de edad.
Nicauri Amparo, madre de tres hijos, ayer sacaba lodo de su casa en el Tamarindo Adentro, luego de 10 días alojada en una casa en construcción junto a otros vecinos que también perdieron todos.
 En El Tablazo,
Josefa Ramírez explica que en El Tablazo todavía muchos no han podido volver a su casa porque están llenas de lodo y los pocos que tenían dentro se dañaron.
Deplora que en ese lugar estén huérfanos de autoridad, ya que no se han dignado en acudir a auxiliar a los damnificados por el río.