SANTO DOMINGO, RD.- La religiosidad católica se mescló con las fiestas populares en sectores como San Miguel, en el Distrito Nacional, Villa Mella, en Santo Domingo Norte, San Cristóbal u otros pueblos del Sur,  ya que mientras unos asistían a misa en la iglesia que lleva su nombre, fuera otros  daban rienda suelta a la cultura popular con fiesta de con palo, baile, bebentina, cigarros y otras manifestaciones.

Este viernes cientos abarrotaron la iglesia San Miguel, próximo a la ciudad Colonial, pero en frente, en el parque del mismo nombre, también cientos movían la cintura a ritmo de palo, inhalaban túbanos, practicaban hechicería, cantaban y tomaban.

Fray Frankely Rodríguez, párroco de la iglesia San Miguel Arcangel, expresó que cada 29 de septiembre la iglesia Católica celebra la gran fiesta, porque además es patrón del Ejército de la República Dominicana.

Estima que es una devoción muy grande en la República Dominicana, que la considera familiar, ya que tanto los padres como los hijos, embarazadas y vecinos asisten al  templo, lo que significa que es un pueblo de fe.

En la misa celebrada al mediodía, Fran Rodríguez aprovechó oró para que San Miguel interceda en el conflicto entre República Dominicana y Haití por el desvió de las aguas del río Masacre o Dajabón y prevalezca la paz.

“Para que se produzca ese diálogo y volvamos a la normalidad con nuestro vecinos Haití”, expuso consultado luego de la eucaristía celebrada a templo lleno.

Explicó que en el libro de Apocalipsis se señala que Dios utilizó a San Miguel para batallar contra el enemigo, contrario a lo que interpretan algunos para usar su figura en actos de hechicería y otras diabluras que no tienen nada que ver con el catolicismo.

“San Miguel nos libera de las cosas malas, ahora bien, que otras personas quieran usar su imagen para cosas malas, allá ellos, pero la iglesia siempre tiene a San Miguel como aquel que batalla contra Sataná”, subrayó.

Explica que no está de acuerdo con el derroche de palo, baile, bebidas, fumas y otras manifestaciones mágicas, pero respeta a quienes lo practican, y,a que cada quien es independiente.

“Esas no son cosas de la iglesia, lo de la iglesia son las novenas, la misa, la fe, la devoción, la creencia, pero lo demás no lo compartimos pero lo respetamos”, indica.

El cura resaltó los niveles de seguridad en que vive el barrio de San Miguel, lo que atribuye a la labor que despliega el coronel Sosa, del Cuerpo Especializado de Seguridad Turística (CESTUR).     

 «Miguel», en hebreo, significa «¡Quién como Dios!». Su nombre era el grito de guerra de los ángeles buenos en la batalla librada en el cielo contra el enemigo y sus seguidores. Su nombre se encuentra mencionado varias veces en la Biblia, en los libros Daniel, San Judas y Apocalipsis.

Según estos pasajes bíblicos, la tradición cristiana le atribuye a San Miguel cuatro oficios: pelear contra Satanás, rescatar las almas de los fieles del poder del enemigo, especialmente a la hora de la muerte; ser el campeón del pueblo de Dios, los judíos en la antigua ley y los cristianos en el Nuevo Testamento; ser el patrón de la iglesia y de la orden de caballeros durante la Edad Media, y llamar a la tierra y traer las almas de los hombres a juicio.

Mientras la iglesia se llena durante el oficio, las inmediaciones también con santeros practicantes de misterios y creyentes de las 21 divisiones o vudú.

Durante la celebración en honor al Arcangel, se combinan los actos religiosos con el sonido de los tradicionales palos y las salves, dos ritmos que se tocan y se bailan.

Desde niños hasta envejecientes, comparten bailes de atabales y ofrecen bizcochos como ofrendas para agradecer a San Miguel por los milagros y peticiones que, según ellos, les ha cumplido.

Ayer en el barrio San Miguel, se venden diversos objetos religiosos en el entorno de la iglesia, como rosarios, collares, cuadros, camisetas e imágenes en yeso del Divino Niño y la Virgen de La Altagracia.

Estos objetos representan la devoción y el respeto hacia dos grandes figuras del catolicismo que también reciben festejos, intercambios y ofrecimientos a futuro con votos y sacrificios personales como muestra de fe y en espera de misericordia.

La creencia en San Miguel se inició en esta barriada amurallada debido a la influencia de los primeros negros esclavos traídos a Santo Domingo desde África.

Estos esclavos, en su necesidad de adorar y creer, defendieron los atributos espirituales de San Miguel de los ataques y amenazas de los colonizadores, y surgieron con nuevos rostros y motes, destacando los colores verde y rojo.

Esta fiesta religiosa también se celebra en diferentes localidades del país como Sainaguá, Haina, Montaño, Villa Altagracia, Nigua, Ingenio Nuevo, Rancho al Medio, Najayo, Los Asises, Doña Ana, La Plena, La Canela, Pueblo Nuevo, Yaguate, en la provincia de San Cristóbal; así como en Paraíso y Los Patos, en la provincia de Barahona, al suroeste, y en Puerto Plata.

En la provincia de Santo Domingo, la tradición se mantiene, especialmente en Villa Mella, municipio Santo Domingo Norte, La Victoria, La Ceiba, Batey de Yagua, Punta y Los Morenos. San Miguel es el patrón de la comunidad Cruz Grande, donde se realizan procesiones en su honor.