La Arquidiócesis de Santo Domingo volverá a celebrar este jueves la fiesta del Cuerpo de Cristo (Corpus Chisti), con las mismas restricciones del año pasado: sin procesiones ni concentraciones y con escasa asistencia de fieles a los templos.
Las nuevas restricciones para evitar el contagio del coronavirus, decretadas por el presidente Luis Abinader y que entraron en vigencia ayer en el Gran Santo Domingo, obligaron a las iglesias regresar a los protocolos del año pasado, al limitar la asistencia de público a los templos, suspender las misas vespertinas, las reuniones de los consejo parroquiales y los programas pastorales con presenciales.
El arzobispo metropolitano, Francisco Ozoria, había programado celebrar el día de Corpus Christi, con una fiesta religiosa que celebra la iglesia católica desde el siglo XIII y que, además, es feriado en el calendario civil del país, con actividades representativas por cada una de las cuatro vicarias territorial en que ha sido dividida la Arquidiócesis, pero fueron suspendidas para respetar las medidas que prohíben aglomeraciones de personas.
El padre Kennedy Rodríguez, director de Comunicación y Prensa de la Arquidiócesis, precisa que la celebración del Corpus Cristi se limitará únicamente al oficio de misas en cada parroquia con una asistencia mínima de feligreses y cumpliendo todas las medidas recomendadas por las autoridades del gobierno.
Las misas se oficiarán en horario matutino, en virtud de que los sábados, domingos y días feriados el toque de queda se inicia a las 3:00 de la tarde hasta las 5:00 de la mañana. “Las celebraciones con asistencia limitada a menos del 50% de la capacidad de los templos serán en el interior de cada parroquia”, dijo el sacerdote.
La iglesia católica ha recomendado a sus feligreses seguir las celebraciones desde sus hogares, a través de las estaciones de radio y televisión que se han anunciado, y por los canales de YouTube y Facebook de la catedral de Santo Domingo y de las parroquias.
El Arzobispo ha invitado a los fieles a orar por la situación de pandemia, especialmente por los miles de personas que se hallan afectados, entre ellos muchos fieles católicos, que se encuentran en cuarentena o recluidos en centros médicos públicos y privados. “Pido a los sacerdotes y fieles de todas las parroquias que oren”.
La fiesta de Corpus Christi, que en latín significa cuerpo de Cristo, es una fiesta de la iglesia católica para celebrar la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía.
Se trata de rememorar la institución de la eucaristía, que tuvo lugar el Jueves Santo, durante la última cena. Se celebra sesenta días después del Domingo de Resurrección, es decir, el jueves siguiente a la solemnidad de la Santísima Trinidad.
Las celebraciones de Corpus Christi incluyen procesiones en las calles y lugares públicos en los cuales el cuerpo de Cristo es exhibido y acompañado por multitud de fieles.
La fiesta surgió a finales del siglo XIII en Lieja, Bélgica, cuando a la religiosa Juliana de Cornillon se le ocurre la idea de la Exposición y Bendición del Santísimo y anhelaba una fiesta en su honor e hizo conocer sus ideas a Obispo de Lieja.
El obispo quedó favorablemente impresionado y estableció una fiesta en honor de la Eucaristía (en 1247 se celebró la primera fiesta del Corpus Christi el jueves posterior a la fiesta de la Santísima Trinidad).
No es que antes no hubiera devoción a la Eucaristía, pues la hubo desde el principio mismo de la vida de la Iglesia, como lo atestiguan los Hechos de los apóstoles que nos cuentan que los discípulos de Jesús «acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones.
Según cuenta la tradición, en el año 1263, mientras un sacerdote celebraba la misa en la iglesia de la localidad de Bolsena, Italia, al pronunciar las palabras de consagración y romper la Hostia consagrada, brotó sangre. Este suceso se conoce como “el milagro de Bolsena” y se entendió como un evento santo, lo que hizo que se estableciera como fiesta litúrgica del Corpus Christi.
Más adelante, la procesión del Corpus fue instituida en 1264 por el papa Urbano IV, y se extiende a toda la Iglesia. Este Papa pidió “…Que cada año sea celebrada una fiesta especial y solemne de tan gran sacramento, además de la conmemoración cotidiana que de él hace la Iglesia, y establecemos un día fijo para ello, el primer jueves después de la octava de Pentecostés”.