SANTO DOMINGO.- Con el padecimiento de todas clases de vicisitudes por tener que estar pegados a otras personas en medio de la pandemia del Covid-19, escasa alimentación y la incertidumbre de no saber el destino que le repara, permanecen en la escuela Elvira de Mendoza, en Los Mina, 24 personas damnificadas por el derrumbe del pasado domingo 15 en la Ribera del Ozama.
Aunque la comida de Los Comedores Económicos no falla al mediodía, en ocasiones no llega el desayuno ni la cena, por lo que sufren hambre en el albergue, una escuela que se prepara para recibir a los estudiantes de la zona en septiembre próximo.
Diana Encarnación, es una embarazada con 39 semanas, por lo que están a punto de parir, pero junto a dos hijas, una de seis y otra de dos años, permanece refugiada en la escuela Elvira de Mendoza debido a que el derrumbe provocado por las lluvias que dejó la depresión tropical Grace afectó su vivienda.
Magalys Díaz explicó que se encuentran en el albergue porque su vivienda fue acordonada con cintas roja y amarrilla debido al peligro en que se encuentra debajo de una pendiente en Ribera del Ozama.
Mostró temor por una propuesta de las autoridades de sacarlos del plantel para trasladarlos a casas alquiladas durante tres meses, ya que desconocen que ocurrirá el futuro, una vez vencidos ese tiempo.
Indicó que en principio llevaban desayuno, comida y cena, pero últimamente los comedores económicos solamente entregan la del mediodía, por lo que pasan hambre el reto del día y la noche.
Expresaron que sobreviven gracias a Siriaco Matos, un dirigente del Partido Revolucionario Moderno (PRM) en la zona, quien es el que hace todas las diligencias para comida, con el Instituto Nacional de la Vivienda y otras instituciones del Estado.
Entre los refugiados existen siete niños y niñas que tienen que compartir el mismo espacio con los adultos, una aula del plantel, aun sin conocer a sus vecinos.
Antonia de la Rosa narra que su casa quedó sepultada bajo los escombros del derrumbe con los pocos ajuares que tenía para sobrevivir en medio de la pobreza extrema en Ribera del Ozama.
De la Rosa considera prácticamente imposible retornar a la pendiente donde tenia su techo y crio a sus hijos y nietos, ya que la barranca volvería a desplomarse, ahora con mayor intensidad por lo frágil del terreno.
Tanto las viviendas derrumbadas como otras del lugar llevan más de dos años que fueron censadas por la Unidad Para la Reubicación de la Barquita y Entorno (URBE) con la finalidad de ser desalojadas y dejar la margen del río Ozama libre de casas, pero el proceso se encuentra detenido.