EL SEIBO, Este de República Dominicana.- En Navidad y Año Nuevo continuaron las deportaciones masivas en el Seibo y otras provincias del Este de la República Dominicana, de manera salvaje y abusiva, a pesar del rechazo rotundo del pueblo humilde y creyente en Dios, así como de una supuesta tregua dispuesta por el Poder Ejecutivo para la época.
Así lo denunció Fray Miguel Ángel Gullón, director de Radio Seibo mediante una reflexión en la que describe la situación inhumana en que son tratados los migrantes dentro de las (camionas) vehículos tipo cárceles donde estos son transportados como animales hacia el matadero.
Peor aún, describe el sacerdote,  son las conocidas y documentadas mordidas o peajes de 15,000 pesos y las peticiones de sexo forzoso bajo alucinógenos a cambio de la libertad de la “migra” o del “vacacional” de Haina, pero más indignante es el aprovechamiento de los usureros que cobran un 20% de interés por cada día de préstamo.
En el texto, el cura, levanta la voz por quienes la tienen prohibida, como si revindicara a Fray Antón de Montesinos en su Sermón de Adviento, narra que hay quienes  venden libertad por dinero o sexo, por eso, algunos consiguen lo desmoten del camión antes de emprender el trayecto hacia el Vacacional de Haina o la frontera.
 “Hay quien vende libertad por dinero o sexo… Otros quieren comprar libertad por sexo o dinero… Escucho que alguna gente que va con nosotros ha conseguido un préstamo de RD$10,000.00 y ya no llegará a la frontera” expone el cura tras testimonios de detenidos dentro del camión.
Deplora que en una época de abrazos y confraternidad, tantas personas sufran el desarraigo forzoso de su tierra y la separación violenta de sus seres queridos obedeciendo órdenes de un despacho preñado de odio indiferente a los gritos sordos de los niños que nunca entenderán cómo violentan sus casas en la noche, iluminada por la estrella de Belén, cazando descalzos y medio desnudos a sus papás para cargarlos, peor que si fueran animales, en la “camiona” de la vergüenza.

En su meditación, Gullón expone que los hijos de los que viajan no lloran porque no están, sino porque se han quedado solos sin saber qué les está pasando a sus padres.
 Señala que por los barrotes de la camiona, alguna gente ofrece galleticas y jugo por lo que desde dentro se escha ¡Cuánto se lo agradecemos porque con esta hambre… y este calor…!
¡Y aquí vamos! Sin saber qué nos pasará porque en la frontera nadie nos espera… a nadie tenemos al otro lado… Lo único hermoso de este viaje es que estamos con la gente que sufre”, narra como si se trata de una novela.