SANTO DOMINGO,- Al conmemorar este cinco de julio a su 60 aniversario de la fundación en el país el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) se encuentra prácticamente desaparecido.

De ser la mayor organización de masa de la República Dominicana, ahora comparte con el grupo llamado minoritarios, prácticamente desaparecido como organización con posibilidad de regresar al poder.

El PRD inició su hazaña política cuando a pocas semanas del ajusticiamiento del dictador Rafael L. Trujillo llegó a territorio dominicano desde el exilio la Comisión de la Libertad, integrada por los dirigentes Ángel Miolán, Nicolás Silfa y Ramón A. Castillo.  

Desde ese momento, enfrentando los remanentes del trujillato en medio del terror y el miedo, comenzaría una convulsa trayectoria de éxitos que fueron opacados siempre por el fracaso de su golosa dirección en lograr la unidad interna. 

La división de sus principales dirigentes lo saco del poder las veces que la organización llegó a la dirección del país, por eso, nunca estuvo por más de un período gubernamental en la Presidencia de la República.

Manuel Figuero reflexiona hoy que la prédica social del partido blanco y el “jacho encendío” caló tanto en la psique del dominicano, que se reflejó de inmediato en las elecciones generales del 20 de diciembre de 1962, las primeras después de la dictadura.  Su candidato presidencial, el profesor Juan Bosch, triunfó con un 58.72% contra un 30.08% de su principal rival Viriato A. Fiallo, de la Unión Cívica Nacional (UCN). 

Siete meses después de instalado el gobierno de Bosch, el PRD y el país sufrieron la primera gran frustración en esta etapa histórica de la democracia dominicana. Bosch fue derrocado el 25 de septiembre de 1963 por grupos militares con el apoyo de la Iglesia y los Estados Unidos. 

Desde su derrota en 2004 el PRD zarpó hacia un complejo escenario político, que lo mantiene a la deriva y al borde del aniquilamiento. Su liderazgo quedó a merced del expresidente Mejía y el surgimiento del exsecretario de Obras Públicas de su gobierno, el empresario Miguel Vargas, quien en 2007 ganó la candidatura presidencial con un 80% de los votos, a la exvicepresidenta Milagros Ortiz Bosch. 

La candidatura de Vargas no inspiró a los votantes para construir una alternativa política y fue derrotada en las elecciones de 2008 por el PLD y la reelección de Fernández. En esos comicios Vargas proyectó un distanciamiento del impopular Mejía, lo que a su vez se tradujo en una apatía del grupo del exmandatario en el proceso.  Desde entonces las contradicciones se tornaron irreconciliables entre los seguidores de Vargas, presidente del partido, y del exjefe de Estado. El sofocante ambiente interno del PRD llegó a su clímax, en la convención de 2011, donde se enfrentaron los dos dirigentes y la comisión organizadora proclamó como ganador a Mejía (54%), en medio de la algarabía de sus seguidores y la consigna “Llegó Papá”. 

El PRD vivió otra gran frustración en las elecciones del 2012. Sus seguidores abrigaron las reales esperanzas de una ampliación de la base electoral y regresar al poder con Mejía reivindicado. Por esto reaccionaron incrédulos cuando la Junta Electoral ofreció los resultados: Medina, del PLD, 51.21%, y  Mejía, PRD, 46.95%.   

Mientras el exmandatario, que se auto designó líder de la oposición, denunciaba a la Junta Central Electoral, hablando de manipulación, abuso de poder y que los resultados no mostraban la impresión de la voluntad del pueblo, sectores del PRD atribuían también a Vargas una cuota de responsabilidad y retaliación. Todo lo que hizo el presidente del partido fue para boicotear el triunfo, decían. 

Tiro de gracia

Dos años después, Mejía y  Luis Abinader, quien fue su compañero de boleta en 2012, decidieron junto a la mayoría de los dirigentes históricos del PRD, abandonar la organización y formar el Partido Revolucionario Moderno (PRM), dándole el tiro de gracia en esta etapa más lúgubre de su existencia. 

Tras esta división, Vargas decidió aliarse a su principal rival, el PLD, en las elecciones de 2016, para apoyar la reelección del presidente Medina, sufriendo su maquinaria una debacle en su base política, al caer a un cuarto lugar con poco más del 5% de los votos, mientras el PRM y Abinader se situaban en un segundo lugar con 34.98%. 

Junto al triunfo de la reelección, Vargas fue designado ministro de Relaciones Exteriores y el PRD volvió apoyar al PLD y su candidato Gonzalo Castillo en los comicios de 2020, continuando su desgaste como partido bisagra. Solo obtuvo 3.57%, ubicándose en el umbral de los partidos minoritarios que debate en los tribunales.  Contrario a esa estrepitosa caída en los últimos ocho años de la erosionada popularidad del PRD, el PRM y su candidato Abinader establecieron un precedente en su segunda participación electoral, ganando las elecciones del 5 de julio en primeras vuelta con un 52.52%, derrotando al PLD y su candidato Castillo que obtuvo 37.46% de los votos. 

En medio de este panorama, las perspectivas del PRD se advierten sombrías, sin una figura alternativa a la vista, que logre salvarlo de la hecatombe en que se encuentra y la amenaza de aniquilamiento en el escenario político nacional.